lunes, 13 de octubre de 2014

ORACIÓN



ORACIÓN:
Padre santo, te ruego limpies mi corazón de todo rencor o amargura que esté afectando mi relación contigo y con los que me rodean. Por favor, capacítame para perdonar a los que me han herido, así como tú me has perdonado a mí. En el nombre de Jesús te lo pido, Amén.


Bendice a la persona que te ofendió. Ora por ella. Es posible que no tengas deseos de elevar a esa persona en oración, pero tienes que hacerlo si quieres ser obediente. Dios recompensará tu obediencia, el sentimiento de rencor desaparecerá, y la paz y el gozo del Señor llenarán tu corazón. Entonces podrás dormir en paz.

¿TIENES RENCOR EN TU CORAZÓN?



¿TIENES RENCOR EN TU CORAZÓN?

Efesios 4:30-32
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.

En el capítulo 4 de la carta a los Efesios, el apóstol Pablo enfatiza en las cualidades que deben caracterizar a una persona convertida a Cristo. Puesto que el nuevo cristiano es una nueva criatura debe ser evidente en su vida un cambio en relación a su vida anterior. En la escritura de hoy, Pablo los exhorta a “quitarse” ciertas cosas de su carácter de la misma manera que se quitarían una prenda de vestir que no piensan usar nunca más. Y completa la idea en el versículo 24 donde dice: “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

La amargura, el enojo, la ira, son sentimientos que entristecen al Espíritu Santo, lo cual afecta nuestra relación con Dios y por lo tanto nuestro crecimiento espiritual. También nuestra relación con aquellos que nos rodean se afecta negativamente. Hebreos 12:15 dice: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados". Y si no “quitamos” de nosotros prontamente estos sentimientos negativos, irán creciendo, echarán raíces en nuestros corazones y se convertirán en algo peor, que es el rencor.

El diccionario define el rencor como “Resentimiento arraigado y tenaz”. Esto quiere decir que echa raíces y que es muy difícil de eliminar. El rencor es una barrera que nos impide vivir en paz con los demás. Por lo tanto, dice este versículo, no podremos alcanzar la gracia de Dios. El rencor poco a poco se convierte en una auto tortura que no deja dormir en paz, y afecta no solamente el aspecto espiritual, sino también el emocional y hasta el aspecto físico, pues el estrés que se produce afecta la presión arterial y el corazón, y causa problemas en el sistema digestivo, dolores de cabeza, y otras consecuencias en la salud. Y lo más interesante de todo es que la persona que siente rencor sufre mucho más que aquella que es el blanco de ese rencor, pues lo más probable es que ésta ni se acuerda de lo sucedido. Debemos, pues, eliminar el rencor de nuestros corazones. ¿Cómo lo hacemos?

El rencor es producto de un espíritu no perdonador. La única manera de eliminar el rencor de nuestro corazón es perdonando a la persona que nos hirió. El perdón es un acto de la voluntad. Debemos querer perdonar, pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que somos débiles y que quizás no podamos perdonar por nuestras propias fuerzas. Sin embargo, el Señor está siempre dispuesto a ayudarnos, cuando clamamos a él de corazón. El primer paso es reconocer delante de Dios la existencia del rencor y confesar ante él nuestro deseo de librarnos de ese sentimiento negativo que tanto entristece su Espíritu.

Un principio bíblico puede ayudarnos en este propósito. Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos la oración modelo, hizo énfasis en la necesidad de perdonar, diciéndoles: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15). Simplemente, si queremos disfrutar plenamente del perdón de Dios, debemos perdonar a los que nos han ofendido. Estar consciente de esto puede ayudarte a perdonar a quien te ofendió.

Pero el Señor nos exhorta a ir aun más allá del perdón. En Mateo 5:44, Jesús nos dice: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Bendice a la persona que te ofendió. Ora por ella. Es posible que no tengas deseos de elevar a esa persona en oración, pero tienes que hacerlo si quieres ser obediente. Dios recompensará tu obediencia, el sentimiento de rencor desaparecerá, y la paz y el gozo del Señor llenarán tu corazón. Entonces podrás dormir en paz.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego limpies mi corazón de todo rencor o amargura que esté afectando mi relación contigo y con los que me rodean. Por favor, capacítame para perdonar a los que me han herido, así como tú me has perdonado a mí. En el nombre de Jesús te lo pido, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla