viernes, 21 de febrero de 2014

¿QUIÉN PREFIERES SER?



Débora (hebreo ‘abeja’).

1. Ama de Rebeca, cuya muerte en Bet-el se registra en Gn. 35.8; el árbol bajo el cual fue sepultada se conocía con el nombre de Alón-bacut, ‘encina (o terebinto) del llanto’.

2. Profetisa que aparece en la lista de los jueces de Israel (ca. 1125 a.C.). Según Jue. 4.4ss ejercía sus funciones "bajo la palmera de Débora", entre Ramá y Set-el, y allí era consultada por los israelitas de diversas tribus que deseaban resolver sus disputas, fueran estas disputas demasiado complejas para los jueces locales, o disputas intertribales. Por lo tanto, ejercía funciones de juez en el sentido corriente del término, y no en sentido militar. Probablemente fue el renombre de que gozaba debido a su capacidad jurídica y carismática, lo que llevó a los israelitas a consultarla ante los aprietos en que se encontraban bajo la opresión de Sísara. Le ordenó a Barac que se lanzara a la guerra contra Sísara como jefe supremo de los israelitas, y ante su insistencia accedió a acompañarlo; el resultado fue la decisiva derrota de Sísara en la batalla de Cisón (Jue. 4.15; 5.19ss).

Se la describe (Jue. 4.4) como mujer de Lapidot (literalmente ‘antorchas’), y como "madre en Israel" (Jue. 5.7). Se ha argumentado que esta última frase significa "metropoli en Israel" (2 S. 20.19), y que se trata de una referencia a la ciudad de Daberat (Jos. 21.28; 1 Cr. 6.72), la moderna Deburiyeh, al pie del monte Tabor en su lado occidental; pero ni el relato ni el poema contienen elementos que nos preparen para la prominencia que súbitamente se le daría en este caso a un lugar tan poco importante.

El canto de Débora (Jue. 5.2–31a) ha sido preservado desde el siglo XII a.C. con su lenguaje prácticamente sin modernización, y por lo tanto constituye uno de los pasajes más arcaicos del AT. Evidentemente fue compuesto a la mañana siguiente de la victoria que celebra, y constituye una fuente importante de información sobre las relaciones entre las tribus en Israel en esa época. Puede dividirse en ocho secciones: un exordio de alabanza (versículos 2–3); la invocación de Yahvéh (4–5); la desolación bajo los opresores (6–8); la convocación de las tribus (9–18); la batalla de Cisón (19–23); la muerte de Sísara (24–27); la descripción de las expectativas de la madre de Sísara mientras espera su regreso (28–30); y el epílogo (31a). La información precisa sobre lo que provocó la derrota de Sísara la obtenemos del cántico, más bien que del relato en prosa que encontramos en el capítulo 4: un turbión inundó el curso del arroyo Cisón y arrastró los carros de los cananeos (21), provocando la confusión en el ejército y convirtiéndolo en presa fácil de los hombres de Barac.

La gráfica y conmovedora descripción de la madre de Sísara (28ss) confirma para algunos que el cántico fue escrito por una mujer; pero si bien revela una especie de solidaridad, no hay en ella indicios de compasión.

Hay referencias a Débora no sólo en el versículo 12, sino probablemente en el versículo 7 también, donde la palabra hebrea qamtéÆ, que se repite, puede entenderse no como la primera persona del singular corriente ("me levanté") sino como una forma arcaica de la segunda persona del singular ("vos os levantasteis").



Jezabel

1. Hija de Et-baal, rey-sacerdote de Tiro y Sidón. Se casó con Acab para ratificar la alianza entre Tiro e Israel, mediante la cual Omri, padre de Acab, trató de equilibrar la hostilidad de Damasco hacia Israel (880 a.C.). Se arregló que ella continuaría adorando a su Dios nativo Baal en Samaria, su nuevo hogar (1 R. 16.31–33).

Era de carácter fuerte y dominante, poseía una gran terquedad, y una personalidad vigorosa. Devota fanática de Melcart, el Baal de Tiro, entre su séquito se encontraban 450 profetas de dicho dios, y 400 profetas de la diosa Asera, en la época en que Acab fue rey (1 R. 18.19). Clamó para que su Dios estuviera, por lo menos, en igualdad de condiciones con Yahvéh, el Dios de Israel. Esto trajo conflictos entre ella y el profeta Elías. Se produjo una batalla entre Yahvéh y Baal en el monte Carmelo, en la que Yahvéh triunfó gloriosamente (1 R. 18.17–40). Aun así, esto y la matanza de sus profetas, aumentaron su celo en lugar de disminuirlo.

Su concepción de una monarquía absoluta estaba en desacuerdo con la relación hebrea establecida en el pacto entre Yahvéh, el rey, y el pueblo. Tuvo un papel preponderante en el incidente de la viña de Nabot con una acción inescrupulosa y arbitraria, que afectó a toda la comunidad y minó el trono de Acab. A causa de ello se produjo la revolución profética y la exterminación de la casa de Acab. Ella había escrito cartas utilizando el sello de su esposo (1 R. 21.8).

Después de la muerte de Acab, el poder de Jezabel continuó en Israel durante 10 años en su papel de reina madre, a través del reinado de Ocozías, y después durante la vida de Joram. Cuando este fue muerto por Jehú, la reina se vistió regiamente (2 R. 9.30), y lo esperó. Se burló de Jehú y marchó hacia su destino con coraje y dignidad (842 a.C.).

Es notable que Yahvéh haya sido honrado en el nombre que le puso a sus tres hijos, Ocozías, Joram y Atalía (si consideramos que realmente fue la madre de Atalía), pero es posible que hayan nacido antes de que su dominio sobre Acab se hiciera tan absoluto.

2. En la carta a la iglesia de Tiatira (Ap. 2.20) "esa mujer Jezabel" es la designación que se da a una profetisa seductora que estimulaba la inmortalidad y la idolatría so capa de religión (Nicolás). Esto puede referirse a una persona o a un grupo dentro de la iglesia. Indica que el nombre se había convertido en sinónimo de apostasía.



“Gracia y Paz”

¿TIENES HAMBRE ESPIRITUAL?



Juan 6:25-35
“Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.

Jesús acababa de alimentar a cinco mil hombres más las mujeres y los niños, con solamente cinco panes y dos pececillos. Sin embargo, la multitud insistía en pedirle señales para creerle, y el Señor les contesta diciéndoles que ellos habían visto las señales, que habían sido testigos de cosas maravillosas que Dios había hecho, y sin embargo, en lugar de buscar al Dios que hizo el milagro, su preocupación se centraba en la búsqueda de pan. En vez de desear la comida espiritual, buscaban la comida material.

Hay dos clases de hambre: el hambre física que se puede saciar con la comida física, y el hambre espiritual que la comida física jamás puede satisfacer. Una persona puede ser inmensamente rica, y sin embargo estar totalmente insatisfecha en el aspecto espiritual. El que fuera ídolo de multitudes en las décadas de los cincuenta y sesenta, Elvis Presley, el "rey del rock and roll", llegó a acumular cientos de millones de dólares. Con sus riquezas podía conseguir todas las cosas materiales que se le antojaban. Sin embargo, él mismo declaró que no era feliz y que en él había un vacío muy grande. Buscando llenar ese vacío comenzó a probar con las drogas y por años vivió en el mundo esclavo de la drogadicción hasta que finalmente murió a los 42 años producto de una sobredosis, sin haber encontrado jamás la tan ansiada felicidad, sin haber podido saciar su hambre espiritual.

Después de su liberación de la esclavitud en Egipto, mientras se dirigían a la Tierra Prometida a través del desierto, los israelitas tuvieron hambre. Entonces comenzaron a quejarse con Moisés, y murmuraban diciendo que en Egipto ellos se saciaban de carne y de pan, pero no se acordaban de la esclavitud en la que vivían. Ellos estaban demasiado preocupados por sus necesidades materiales y no prestaban atención a lo verdaderamente importante: las promesas de Dios para ellos, los planes que él tenía de llevarlos a un lugar donde tendrían de todo lo que necesitaban tanto física como espiritualmente.

En el pasaje de hoy, Jesús les recuerda a los judíos el maná que Dios mandó del cielo para la alimentación física del pueblo de Israel, y entonces se presenta a sí mismo como el pan de Dios “que descendió del cielo y da vida al mundo”. Entonces ellos le dijeron: “Señor, danos siempre este pan”. Y Jesús concluye diciendo una poderosa verdad que, después de tantos años, es aún nuestra esperanza: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.

Jesús es el verdadero pan de vida. Sólo él ofrece una satisfacción duradera y una vida que jamás termina. Nada más en este mundo puede saciar el hambre espiritual del ser humano. La única manera de experimentar una vida abundante, llena de paz y de gozo es confiando en Cristo Jesús. ¿Has probado este “verdadero pan del cielo”? ¿Te deleitas en saciarte de él cada día de tu vida?

Si ya has aceptado a Jesucristo como tu Salvador, busca su rostro en constante oración y alimenta tu alma con su palabra diariamente. Si no lo has hecho, comienza ahora mismo abriendo tu corazón a Jesús, y permitiendo que él satisfaga todas tus necesidades espirituales.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, te ruego sacies para siempre mi hambre espiritual con el único y verdadero pan de vida eterna: tu Hijo Jesucristo. En su santo nombre te lo pido, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

"LA GLORIA DE DIOS, LA PERDICIÓN DEL HOMBRE, Y EL EVANGELIO DE CRISTO"



“Como pastor, me estremezco y no puedo dormir de noche cuando pienso en la posibilidad de que miles de personas que se sentaron frente a mí los domingos por la mañana hayan pensado que eran salvas cuando en realidad no lo eran. Miles de personas que han situado sus vidas en un camino religioso que hace promesas grandiosas a un costo mínimo”.

“Se nos ha enseñado que todo lo que se requiere es una decisión, tal vez hasta una aceptación solo intelectual de Jesús y que, luego, no debemos preocuparnos por sus demandas, sus normas ni su gloria. Que tenemos un boleto para el cielo y que podemos vivir como se nos dé la gana en la tierra. Se nos tolerará el pecado durante el camino”.

“Hoy en día, gran parte de la evangelización moderna se construye sobre la idea de conducir a la gente por este camino, y las multitudes van en tropel detrás de estas premisas, pero al final es un camino construido sobre arena que se hunde y corre el riesgo de desilusionar a millones de almas”.

“La proclama bíblica del Evangelio nos llama a una respuesta muy diferente y nos conduce por un camino muy distinto. Aquí, el Evangelio nos demanda y nos permite apartarnos del pecado, tomar la cruz, morir a nosotros mismos y seguir a Jesús. Estos son los términos y las frases que vemos en la Biblia”.

“Entonces, la salvación consiste en una profunda lucha en nuestra alma contra la pecaminosidad de nuestro corazón, la profundidad de nuestra depravación y la tremenda necesidad que tenemos de Su gracia. Jesús ya no es más alguien a quien debemos aceptar o invitar, sino alguien que es infinitamente digno de nuestra entrega inmediata y absoluta. Por eso debemos evitar las caricaturas baratas del cristianismo que no exaltan la revelación de Dios en Su Palabra. Por eso es que tú y yo no podemos conformarnos con nada menos que un Evangelio centrado en Dios, que exalte a Cristo y que nos lleve a negarnos a nosotros mismos”.

“Gracia y Paz”

David Platt