miércoles, 30 de abril de 2014

¿DEJAS TÚ QUE DIOS DIRIJA TUS PASOS?


¿Dejas tú que Dios dirija tus pasos?

Éxodo 3:7-8
“Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo”

Cuando estudiamos el Antiguo Testamento encontramos un claro paralelo entre el pueblo de Israel y la iglesia de Cristo. En el pasaje de hoy Dios le comunica a Moisés sus planes de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Después le encomienda a él esta misión. Dios también decidió liberarnos de la esclavitud del pecado y darnos la salvación de nuestras almas, y con ese fin envió a su Hijo Jesucristo. Dios les prometió a ellos una tierra bendita donde fluía leche y miel; y a nosotros nos ha prometido el reino de los cielos donde encontraremos gozo y paz eternamente. Aquel pueblo tuvo que atravesar el desierto donde sufrieron dificultades y problemas, pero Dios siempre estuvo a su lado. Asimismo el Señor ha prometido que en medio de las pruebas y aflicciones que encontremos en la vida, él estará siempre con nosotros.

Ahora bien, Dios advirtió a su pueblo: “Oye Israel, yo envío mi ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado. Préstale atención y obedécelo. No te rebeles contra él, porque va en representación mía y no perdonará tu rebelión” (Éxodo 23:20-21). También Jesús nos dice en Juan 15:7: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”.

Después de su liberación de Egipto, y tras una larga jornada a través del desierto, los israelitas llegaron cerca de la tierra prometida (Números capítulo 13). Entonces Moisés envió a doce hombres a reconocer la tierra en la cual se iban a establecer. Cuarenta días después estos hombres regresaron y se dirigieron al pueblo con el fin de dar el informe de sus experiencias. Diez de los doce describieron un escenario totalmente negativo. Dijeron que los habitantes de esa tierra eran enormes gigantes, a los cuales no podrían vencer jamás. Pero los otros dos que habían explorado la tierra (Josué y Caleb), expresaron su desacuerdo con este informe de la siguiente manera: “La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Números 14:7-9). En otras palabras: “Lo único que tenemos que hacer es agradar a Dios obedeciéndole, y él nos entregará esta tierra”. Pero los israelitas creyeron a los diez primeros y decidieron no continuar su camino hacia la tierra prometida sino volver atrás, a Egipto, a la esclavitud.

El fin principal de Satanás es evitar que nosotros disfrutemos de las bendiciones de Dios. Para ello utiliza todo tipo de tácticas y mentiras. Los israelitas cayeron en la trampa y, al igual que Adán y Eva, optaron por desobedecer las instrucciones de Dios. Como consecuencia estuvieron vagando en el desierto por cuarenta años, y la mayoría de ellos nunca pudieron disfrutar de la tierra prometida.

Esta es una gran enseñanza para nosotros, la cual debemos aplicar a nuestras vidas. Los planes de Dios para sus hijos son planes de bienestar y prosperidad, dice Jeremías 29:11. Si nos unimos a ellos y tratamos por todos los medios de obedecer las instrucciones de Dios, y permitimos que él dirija nuestros pasos disfrutaremos de sus bendiciones. Si por el contrario nos rebelamos y tomamos nuestra propia dirección, como hicieron los israelitas, tendremos que sufrir las consecuencias que trae consigo la desobediencia.

Medita en lo que has leído y piensa: ¿Vas a vivir una vida obediente a Dios permitiendo que él dirija tus pasos? ¿O seguirás tu propio camino? Lee la Biblia todos los días, pasa tiempo en oración, busca la voluntad de Dios. Entonces decide qué vas a hacer.

ORACION:
Padre santo, yo anhelo que tú me lleves adonde tienes planeado llevarme. Por favor aumenta mi fe y ayúdame a agradarte en todo, obedeciendo siempre tus instrucciones. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

2 Tesalonicenses 3:16


2 Tesalonicenses 3:16
“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera”

Uno de los versículos más extraños que Jesús nos dice es este: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”. Eso es increíble porque la Biblia lo llama el “Príncipe de Paz”. Entonces, ¿de qué nos está hablando Jesús? Él está diciendo: “Yo he venido con una espada para poner una línea de demarcación entre la verdad y el error, entre la luz y las tinieblas, entre el pecado y la justicia”.

Donde la norma de justicia de Dios está fija, siempre habrá división. Sin la justicia de Dios no puede haber paz. Mientras tengamos restos del pecado en nuestras vidas, nunca podremos tener paz. ¡Dios nunca hará un tratado de paz con el pecado, nunca!


“Gracia y Paz”

¿YA APRENDISTE A SEMBRAR?


¿YA APRENDISTE A Sembrar?

Gálatas 6:7
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Sembrar y segar es una ley que se aplica tanto en el mundo material como en el mundo espiritual. De acuerdo con la Biblia, segar es una consecuencia inevitable de sembrar. Como lo dice la escritura de Gálatas 6:7: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Este texto no dice, «posiblemente» segará o «tal vez» segará sino «eso también segará». Proverbios 22:8 nos advierte: «El que sembrare iniquidad, iniquidad segará». Oseas 8:7 habla de los malhechores que «sembraron viento, y torbellino segarán».

En la actualidad aún existen muchas personas no le dan importancia a este principio. Por ejemplo, algunos padres de familia piensan que pueden vivir vidas pecaminosas sin hacerles daño a sus hijos por su mal ejemplo. Los jóvenes piensan que pueden sembrar a la carne ahora y luego no segar la miseria y la vergüenza. Muchos siembran alcoholismo y piensan que pueden tener un poco de placer mundano hoy, sin preocuparse de las consecuencias del mañana. Proverbios 23:31 dice: “No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá y como áspid dará dolor”. Otros siembran inmoralidad sexual, sin tomar en cuenta que la fornicación, o sea el sexo fuera del matrimonio, es pecado (Gálatas 5:19). Otros siembran materialismo y a la adquisición de riquezas, mas la Biblia dice que “raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Es definitivo, el segar es consecuencia inevitable del sembrar.

Segaremos como hayamos sembrado. Génesis 1:11-12 habla del segar «según su género». Oseas 10:13 dice: «habéis arado impiedad, y segasteis iniquidad». Es que, la justicia con frecuencia toma una forma similar a la del crimen. Por ejemplo, Jacobo, el engañador en Génesis capítulos 27 y 37, asimismo fue engañado. David el Rey, manchó a un hogar por su codicia, y sufrió más tarde la mancha de su propia familia. Hoy en día, cuando los padres se divorcian, luego sus hijos tampoco pueden mantener sus matrimonios y también se divorcian. Si los padres no son fieles en la asistencia a los cultos de la iglesia, tampoco lo serán sus hijos. Siempre segaremos como hayamos sembrado.

A veces, incluso, segaremos más de lo que hayamos sembrado. Oseas 8:7 les advirtió al pueblo de Dios desviado que habían sembrado el viento, y que iban a segará el torbellino. De hecho, el pecado —cualquier pecado— no arrepentido siempre es así. Por ejemplo, si pecamos contra nuestros propios cuerpos, pasando pocos momentos en la inmoralidad y del placer carnal, segaremos una vida entera de la vergüenza y el dolor, y posiblemente la eternidad en el castigo eterno. Isaías 57:20-21 dice: «Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos». Muchas veces la gente habla de los «pecadillos» y los «delitos» como las ofensas ligeras de las cuales Dios no toma en cuenta. Sin embargo, bíblicamente, cualquier pecado que cometemos que no sea perdonado por la sangre de Cristo es suficiente para condenarnos eternamente. El pecado es así. Es una ofensa enorme en los ojos de Dios. Es una ofensa contra la santidad del Soberano del universo, y por ende merece el castigo. Por tanto, debemos de tener cuidado al pensar que, ante los ojos de Dios, no hay en los pecados grandes y pequeños. Todos son igual de graves y ofensivos.  Aunque ciertos pecados pueden producir resultados más graves que otros, en cuanto a las consecuencias para las personas afectadas por nuestras acciones. No obstante cualquier pecado —aún solamente un pecado— que no sea propiciado por la sangre derramada de Cristo es suficiente para condenarnos. Por eso, segaremos más que lo que hemos sembrado. «Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción» dijo el apóstol en Gálatas 6:8.

Siempre segaremos por más tiempo que el que hemos sembrado. Así sucede en el mundo físico también. El agricultor siembra por un día, pero puede cosechar la mies por varias semanas o hasta algunos meses. En el mundo espiritual, si sembramos por algunos días del pecado, y si no recibimos el perdón que solamente puede venir por la sangre de Cristo, segaremos el castigo eterno. Mateo 25 registra la descripción de Cristo de la escena del juicio en el día postrero. Al hacer dos divisiones en toda la humanidad que nunca ha vivido, versículo 41 dice de Juez: «Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles». Luego, el versículo 46 agrega: «E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna». La palabra traducida «eterno» en la frase «el castigo eterno» es de la misma palabra en el griego que la palabra «eterna» en la frase «la vida eterna». Por lo tanto, igual el tiempo que durará el premio en los cielos para los justos con Dios y Cristo y el Espíritu Santo y todos los ángeles, así durará el castigo para los impíos que ignoran a Cristo y que rechazan el evangelio.

En Judas 7 se habla de los habitantes que una vez vivieron en Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas que habían fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza. Añade que aún en el tiempo de Judas en el primer siglo después de Cristo, esos pecadores estaban «sufriendo el castigo del fuego eterno». ¡Qué triste! Al pecar por unos cortos días aquí en la tierra, una persona sufrirá por siempre en el fuego del infierno si no es limpiada de su maldad por la sangre de Cristo. Es cierto, segaremos por más tiempo que el que hemos sembrado.

Por lo tanto, hay que sembrar al Espíritu para segar la vida eterna (Gálatas 6:8). Se siembra al Espíritu por la fe y la obediencia al evangelio. Es necesario oír el evangelio y creer en Cristo como su Salvador resucitado de los muertos (Juan 8:24; Romanos 10:9, 10). Además, al creer, uno tiene que obedecer a Cristo por arrepentirse de sus pecados (Lucas 13:3), y por confesar con sus labios el dulce nombre de Jesús como el Hijo de Dios (Romanos 10:9,10), y ser bautizado en agua para perdón de sus pecados (Hechos 2:38; Marcos 16:16). Al ser obedientes así al evangelio de Cristo, Cristo nos añadirá a su iglesia (Hechos 2:47), donde tendremos que servirle fielmente hasta el fin.

“Gracia y Paz”

Phillip Gray

¿Cuándo lees la Biblia, haces a un lado tu sentido común?


2 Timoteo 2:15
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”.

¿Cuándo lees la Biblia, haces a un lado tu sentido común? Es decir, si lees un libro secular, no lo abres al azar, y simplemente empiezas a leer a la mitad de un párrafo. El libro no tendría ningún sentido. Para entender el libro, lo debes de leer en secuencia y en párrafos o unidades. Igual, lo puedes leer varias veces hasta que lo comprendas.

Cuando leemos la Biblia es diferente, la debemos leer no por cantidad sino por calidad. Podemos leerla varias veces como si leyéramos otros libros, pero la debemos de leer por la calidad de su contenido, porque se trata nada menos que de la Palabra de Dios. ¡La Biblia debemos de estudiarla y aprender cuánto podemos asimilar y aplicar en nuestra vida!

En tu lectura bíblica de hoy, detente y pregúntate: “¿Qué me está diciendo Dios?”, “¿Qué me está enseñando Dios?” Luego, busca ponerlo en práctica hoy mismo.


“Gracia y Paz”

viernes, 25 de abril de 2014

¿Sabes cuál es La clave para el contentamiento?





¿Sabes cuál es La clave para el contentamiento?

Filipenses 4:6-7
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Muchos tenemos la tendencia de asociar la idea del gozo (o contentamiento) con unas vacaciones en la playa o en la montaña, pero el apóstol escribió que no debemos estar ansiosos en ninguna circunstancia, porque tenemos la paz del Señor.

El contentamiento es el patrimonio del creyente. La paz es parte del fruto espiritual que podemos gozar cuando ponemos nuestra fe en el Salvador (Gálatas 5:22). El pasaje de hoy lo describe como una paz interior que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7). Jesús experimentó el conflicto con una sensación de paz interior; y gracias a su Espíritu que mora en nosotros, esa paz asombrosa también nos pertenece a los hijos de Dios, incluso en los momentos en que nos encontremos con problemas sin solución terrenal.

He aquí la otra cara de la moneda: “No hay paz para los malos, dice el Señor” (Isaías  48:22). La cultura moderna llama malvado a quien comete las acciones más viles, pero la definición de Dios es mucho más amplia. Malvado es también quien deliberadamente rechaza el derecho que tiene Dios de perdonar sus pecados y de tener el señorío sobre su vida. Si tú, aun y cuando digas que eres cristiano, no le has entregado completamente tu vida a Cristo, no serás capaz de experimentar el contentamiento real y duradero.

Cuando nacemos de nuevo (Juan 3:3-8), nos convertimos en hijos del Dios vivo, y herederos legítimos de todo lo bueno que nos ofrece. Esto incluye la paz interna y el gozo que pueden soportar cualquier prueba.

¿Cuántos podremos decir confiadamente?: “…El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:6).

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

¿Das gracias a Dios por los alimentos?





¿Das gracias a Dios por los alimentos?

1 Timoteo 4:1-5
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”.

El pasaje de hoy es parte de la primera carta que el apóstol Pablo escribió a su hijo espiritual Timoteo. Aquí él envía a la Iglesia una enérgica advertencia contra falsos maestros que, “escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”, prohibían casarse y consumir ciertos alimentos que, según ellos, satisfacían el cuerpo pero afectaban negativamente el espíritu. Pablo se muestra totalmente en contra de esta falsa doctrina, pues “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”. El énfasis está precisamente en reconocer que Dios es nuestro proveedor y darle gracias a él por su provisión. Lamentablemente hay una gran cantidad de familias cristianas que se sientan a la mesa, y no dedican siquiera un minuto para darle gracias al Señor por los alimentos que están a punto de ingerir.

Una pequeña historia nos habla de un niño que un día fue invitado a cenar en casa de un amiguito. Cuando el pequeño se sentó a la mesa, como era la costumbre en su hogar, inclinó la cabeza y esperó que alguien diese gracias por los alimentos. Sin embargo, las demás personas que estaban a la mesa comenzaron a servirse la comida. El niño levantó la cabeza y, mostrando la inocencia propia de su edad, dijo: “Ustedes son iguales que mi perro. Empiezan a comer enseguida”. Resulta gracioso imaginar la cara que pusieron los presentes ante esta expresión del niño, pero es una triste realidad que está sucediendo no sólo en el mundo sino también en la Iglesia de Cristo. A la mayoría de los cristianos no les resulta fácil vivir consientes de que los alimentos y todo lo demás que tenemos son un regalo de Dios, y que a él debemos darle gracias.

Esta actitud refleja el mismo problema que Pablo destacó en su carta a los Romanos al referirse al pecado de ingratitud entre los gentiles. Dice Romanos 1:21: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”. Aquellos que han conocido al Señor y saben que nuestro pan de cada día procede no del mercado, sino en realidad de la gracia y el amor de nuestro Padre y no le dan gracias están actuando de esta manera, la cual no glorifica el nombre de Dios.

Jesús nos dio un buen ejemplo mientras celebraba la última cena con sus discípulos pocas horas antes de su muerte en la cruz. El apóstol Pablo describe este momento en su primera carta a los Corintios capítulo 11, versículos 23 y 24: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí”. Si Jesús solía dar gracias al Padre por los alimentos, ¿no crees que nosotros debíamos seguir su ejemplo? Sin embargo, muchas veces actuamos de manera similar al pueblo de Israel a quien Dios proveyó del maná o “pan del cielo” diariamente mientras cruzaban el desierto, y no lo agradecieron sino más bien se quejaban constantemente.

En 1 Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Ciertamente debemos agradecer a Dios por todas sus bendiciones y por su amor y su misericordia. Y cuando vemos en la televisión y en los periódicos la miseria en la que viven y el hambre que están pasando millones y millones de personas alrededor del mundo, deberíamos sentir en nuestros corazones el deseo de agradecer a Dios por su provisión diaria de alimentos.

ORACION:
Padre santo, te doy gracias por tu amor y por tu provisión diaria, tanto en el área de los alimentos como en todos los demás aspectos de mi vida. Por favor, ayúdame a reconocer que todo lo que tengo lo debo a tu amor infinito, y a expresarte mi agradecimiento siempre. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla


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jueves, 24 de abril de 2014

¿Sabes cómo andar en el Espíritu de Dios?





¿Sabes cómo andar en el Espíritu de Dios? 

Gálatas 5:16-17
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros, y somos sellados como propiedad de Dios, dice 2 Corintios 1:21-22. Entonces comienza en nuestras vidas una batalla entre nuestra naturaleza carnal, la cual hasta ese momento hizo siempre su voluntad con el fin de satisfacer sus deseos, y el Espíritu Santo cuya función es hacer cambios profundos en nuestro ser y guiarnos por un nuevo camino haciendo la voluntad de Dios. Así les dijo Jesús a sus discípulos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

En el pasaje de hoy, parte de la carta del apóstol Pablo a los creyentes de Galacia, dice: “Andad en el Espíritu”. “Andar en el Espíritu” es dejar que el Espíritu Santo dirija nuestras vidas. Es vivir en todo momento dependientes de él, sensibles a su voz y obedeciendo sus instrucciones, las cuales están escritas en la Biblia, que es “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17). “Andar en el Espíritu” es, en esencia, “caminar” con él, permitiéndole que guíe nuestros pasos y transforme nuestras mentes y nuestra manera de ser. Entonces se cumplirá el propósito fundamental de nuestra conversión, según dice 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

Al otro lado de esta batalla está nuestra naturaleza pecaminosa, “la carne”, la cual nos impulsa constantemente hacia el pecado. Por eso Pablo les advierte seguidamente: “…y no satisfagáis los deseos de la carne”, pues invariablemente esta acción traerá malas consecuencias. Contrario a lo que muchos piensan, la expresión “los deseos de la carne” no se refiere exclusivamente al aspecto sexual. Hay muchas otras situaciones en la vida en las que podemos aplicar este término. Por ejemplo, comidas o bebidas que nos gustan, pero no son buenas para la salud, o las ingerimos en exceso. También podemos incluir el consumo de ciertas substancias que crean adicción y son realmente dañinas para nuestro cuerpo. Asimismo nuestra relación con las demás personas, nuestro comportamiento en el orden moral, etc. Resumiendo, todo aquello que pueda afectar negativamente nuestra salud física, mental o espiritual debe ser rechazado, aunque nuestros deseos nos indiquen lo contrario.

Más adelante el Señor es más específico y nos da una lista de unas cuantas de “las obras de la carne”. Y afirma que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Por eso el Espíritu Santo se opone a estos deseos. Los planes de Dios para nuestras vidas son de bienestar y de prosperidad, dice Jeremías 29:11. Pero para que estos planes se conviertan en realidad es necesario vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Cuando lo hacemos, entonces el Espíritu produce en nosotros su fruto, el cual es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza” (Gálatas 5:22-23). Estos son los ingredientes para una vida victoriosa, la “vida en abundancia” de la que habla Jesús en Juan 10:10. El Señor nos advierte de la siguiente manera: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”.

Lamentablemente la persona del Espíritu Santo es la más ignorada por el pueblo de Dios. No es difícil encontrar cristianos (incluso ministros) que no tienen el hábito de leer la Biblia diariamente, que no consideran importante pasar tiempo en oración y mucho menos tener períodos de ayuno buscando la presencia de Dios. Esto resulta en una condición de debilidad espiritual, la cual no nos ayuda en nuestra lucha contra las tentaciones. Más bien debemos buscar la fortaleza espiritual siguiendo el consejo de Jesús a sus discípulos allí en Getsemaní a pocas horas de su muerte en la cruz: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).

ORACION:
Padre santo, te ruego me des discernimiento espiritual para identificar las cosas que yo deseo, pero que no están de acuerdo a tu voluntad, y la fuerza para rechazarlas. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla