domingo, 24 de junio de 2012

ÉL ME CUIDA BIEN


Juan 10:15
“… pongo mi vida por las ovejas”.

Durante un tiempo de silencio antes del culto del domingo, la organista tocó un himno que yo no conocía. Lo busqué en el himnario y leí las palabras: «El Señor, mi Pastor, me cuida bien», una hermosa paráfrasis del Salmo 23: El Señor, mi Pastor, me cuida bien, / Y suple todas mis necesidades: / En pastos verdes me hace yacer, / Junto a aguas tranquilas me guía. / Mi alma preocupada se fortalece y madura / Cuando voy por el camino verdadero de Dios.

Independientemente de cuántas veces oigamos o leamos el conocido Salmo 23, parece llegar con un mensaje renovado del cuidado de Dios hacia nosotros.

Aunque camine por los senderos más oscuros / A través de valles como el sepulcro, / Nunca temeré ningún mal; / Tu presencia me da valor. / A mi favor, tu vara y tu cayado / Me aseguran que me salvarás.

Esta imagen era familiar para la gente que oyó decir a Jesús: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas» (Juan 10:11). A diferencia de alguien contratado que huye del peligro, el auténtico pastor se queda con el rebaño para protegerlo. «Mas el asalariado, y que no es el pastor, …ve venir al lobo y deja las ovejas y huye...Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas…» (vv. 12-14).

Al margen de lo que estés enfrentando hoy, Jesús sabe tu nombre, conoce el peligro y no se apartará de tu lado. Puedes decir confiado: ¡El Señor, mi Pastor, me cuida bien!

El Cordero que murió para salvarnos es el Pastor que vive para guiarnos.

“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario

LA FAMILIA DE DIOS, EN CRISTO JESÚS


Efesios 2:19
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”

Un hombre cuenta; que estaba de pensión en una ciudad extraña. Se sentía muy solo. Solía pasearse por las calles por la tarde. A veces, por una ventana sin cortinas veía una familia reunida alrededor de la mesa o cerca de la chimenea, y él cerca de la ventana se sentía cerca de esa familia, luego los habitantes al percatarse de su presencia corrían las cortinas, y él se sentía solo y excluido.

Eso es lo que no puede suceder en la familia de Dios. Y lo que no debería suceder nunca en la iglesia. Gracias a Jesús hay sitio en la familia de Dios para todo el mundo. Puede que en el mundo la gente levanten barreras, las iglesias puede que celebren la comunión exclusivamente para sus miembros pero Dios no hace eso nunca. Lo malo es que la iglesia es a menudo exclusivista cuando Dios no lo es.

La iglesia se compara con una ciudad, y todo pecador convertido ya está libre de pecado. También es comparada con una casa, y todo pecador convertido es uno de la familia un siervo y un hijo en la casa de Dios. También se compara la Iglesia con un edificio fundado en la doctrina de Cristo, entregada por los profetas del Antiguo Testamento, y los apóstoles del Nuevo Testamento. La Biblia presenta a la iglesia de Jesucristo como un edificio, y cada creyente es un bloque en ese edificio. Dios habita ahora en todos los creyentes, llegamos a ser el templo de Dios por la obra del bendito Espíritu.

Entonces, si nuestras esperanzas están fijadas en Cristo conforme a la doctrina de su palabra. Nuestro deber es consagramos a Dios como templos santos por medio de Él, ya que somos morada de Dios en el Espíritu. Pues es sobre la fe del creyente leal donde se edifica la Iglesia.

Encontramos que personas con toda clase de relaciones, habilidades, y necesidades son las que conforman la Iglesia o gran familia en Cristo, por lo que unirse con un propósito común, no es tarea fácil, pero cuando dejamos que Dios, realice su obra y nos molde, dando a cada ladrillo la forma necesaria en esa estructura, entonces llegaremos a ser un edificio con bases firmes y sólidas. Dentro de estas bases tenemos que:

1. Formamos y armamos una gran familia: Uno de los propósitos de Dios es hacernos formar parte de una familia, donde hay más hermanos y hermanas para cuidarnos y ayudarnos a crecer. El gran deseo de Jesús era que sus discípulos llegasen a ser uno.

2. La unidad de la Iglesia debe estar Basada en Jesucristo, y las enseñanzas de los Apóstoles y Profetas: En esta forma, Dios ha elegido a su Iglesia como portadora de la verdad y como el lugar donde Dios ha prometido manifestar su presencia.

3. Procurando su presencia en medio de nosotros: La Iglesia solo presentará su unidad cuando se dé cuenta de que no existe para propagar las ideas de un grupo de personas, sino para ofrecer un hogar en el que pueda morar el Espíritu de Cristo y en el que todas las personas que aman a Cristo se puedan reunir en ese Espíritu, para:

- Amarnos unos a otros. Juan 13:34
- Llevar las cargas los unos de los otros. Gálatas 6:2
- Miembros los unos de los otros. Romanos 12:5
- Honrando y prefiriéndonos los unos a los otros. Romanos 12:10
- Gozarnos y llorar los unos con los otros Romanos 12:15
- Animándonos los unos a los otros. 1 Tesalonicenses 5:11
- Siendo hospitalarios los unos con los otros. 1 Pedro 4:9
- Confesándonos nuestras faltas los unos a los otros. Santiago 5:16
- Servirnos los unos a los otros Romanos 5:13
- Perdonarnos los unos a los otros. Efesios 4:32

“Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe” Gálatas 6:10.

“Gracia y Paz”
Siervas Valientes de Dios

UNA NUEVA NATURALEZA


1 Tesalonicenses 5:21-23
“Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

Cuando ponemos nuestra fe en Cristo como nuestro Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros. Ese es el momento de la salvación, cuando nos convertimos en nueva creación. Sin embargo, hasta que cese la vida en este cuerpo terrenal, habrá guerra continua entre los nuevos y los viejos patrones de conducta.

Para llevarnos a la victoria, el Señor puede permitir dificultades que nos causen quebrantamiento. Su propósito es liberarnos de nuestra vieja "carne", para que podamos experimentar la plenitud de Cristo.

Analicemos esta carne. Lo que sigue son indicadores de que el yo pecaminoso sigue con vida: vanagloria, egocentrismo, obstinación, autodependencia y arrogancia. Tales cosas están presentes en todas las personas en mayor o menor grado, pero con el tiempo nuestro Padre celestial les pone fin.

En el momento de la salvación, Dios nos da su naturaleza, cuya evidencia es el fruto del Espíritu: "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5:22-23). Estas cualidades nos permiten amar y ser amados. Pero, si estos atributos están ausentes, nunca podremos experimentar realmente la vida como Dios quiere que sea. El proceso de quebrantamiento y restauración es desagradable, pero por el resultado final vale la pena el sufrimiento que exige.

¿Qué gobierna sus acciones, decisiones e ideas? ¿Son influenciadas básicamente por el Espíritu Santo o por su carne? Se necesita valentía para mirar nuestro corazón y notar su verdadera condición. Pídale a Dios que obre en su vida, para que el Espíritu Santo pueda reinar en su vida.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

HASTA AQUÍ NOS HA AYUDADO EL SEÑOR


1 Samuel 7:10-12
“Mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los filisteos se acercaron para pelear con Israel. Mas el Señor tronó con gran estruendo aquel día contra los filisteos y los confundió, y fueron derrotados delante de Israel. Saliendo de Mizpa los hombres de Israel, persiguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta más allá de Bet-car. Entonces Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ha ayudado el Señor.”

Desde su liberación de la esclavitud en Egipto, Dios había librado al pueblo de Israel de situaciones verdaderamente difíciles. Este pasaje nos narra acerca de la ocasión en que los israelitas fueron atacados por los poderosos ejércitos filisteos, y el Señor se manifestó por medio de una gran tormenta de rayos y truenos que los atemorizó, y los hizo huir, dándoles la victoria al pueblo de Israel. Fue entonces cuando el profeta Samuel tomó una piedra y, como recordatorio, la puso en un lugar y le llamó “Eben-ezer”, que quiere decir “piedra de ayuda”, y allí declaró: “Hasta aquí nos ha ayudado el Señor.”

Hasta el día de ayer, la mayoría de nosotros pasamos en alguna u otra ocasión por situaciones difíciles, tristes, frustrantes o desalentadoras, ya sea en el aspecto económico o en el aspecto sentimental o en el espiritual. Cuando miramos atrás, y vemos que todo aquello ya pertenece al pasado, que hemos finalizado un día más en nuestras vidas, y que hemos sobrevivido, bien puede cada uno de nosotros decir como Samuel: “Hasta aquí nos ha ayudado el Señor”.

Pero lo cierto es que aquí no termina nuestra jornada. Tenemos que continuar hacia adelante. Y, sin lugar a dudas, en este nuevo día que hoy comienza también vamos a encontrar dificultades, problemas y adversidades. Y esto no debe tomar a nadie por sorpresa. Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo encontrareis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Así que no se trata de si vamos a encontrar aflicción o no, se trata de cómo nos vamos a enfrentar a esa aflicción. Los que hemos creído en Cristo debemos hacerlo por fe. Eso es lo que nos dice Jesús que hagamos: “confiad”. Simplemente porque él venció al mundo, venció a Satanás y todos sus demonios, venció todo lo que puede hacernos daño a nosotros. Mediante la fe en Cristo podemos seguir hacia adelante en plena confianza de que llegaremos a nuestro destino.

Hoy le damos gracias a Dios por habernos ayudado hasta aquí. Y al mismo tiempo le damos gracias porque podemos contar con él en el camino que tenemos por delante. Las predicciones que los expertos hacen a diario no son muy alentadoras. La economía mundial se encuentra en estado deplorable; hay guerras o amenazas de guerras en diferentes partes del mundo, incluyendo países que poseen armamento nuclear; se esperan fenómenos naturales cada vez más potentes y frecuentes y muchos temen a las consecuencias del llamado “calentamiento global”. Y con frecuencia se habla de nuevas enfermedades y plagas a nivel mundial. En fin, ¿qué nos espera en el futuro próximo?

No lo sabemos. Pero lo bueno es que Dios lo sabe, y que él está en control de todo lo que existe en el universo. Pongamos nuestras vidas en las manos del Señor, confiemos plenamente en que él nos ayudará a vencer las dificultades y nos dará la victoria conforme a su voluntad y a sus planes en nuestras vidas. Sigue adelante. Da un paso en fe hacia el futuro desconocido. Dios ha prometido estar contigo, y no te desamparará, ni te dejará (Hebreos 13:5). Puedes estar seguro que siempre “habrá algo que te sostendrá, o alguien te enseñará a volar”. Sigamos el consejo del salmista en el Salmo 37: “Encomienda al Señor tu camino, confía en él, y él hará”

ORACIÓN:
Mi amante Padre, gracias por todas tus bendiciones, tu ayuda y tu protección durante todo este tiempo. Hoy quiero echarme en tus brazos y confiadamente permitir que me lleves, me sostengas y me guíes en este nuevo día que tengo delante de mí. En el santo nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

LA OBEDIENCIA A DIOS


Colosenses 3:20
“Hijos, obedeced á vuestros padres en todo; porque esto agrada al Señor”.

Según el versículo de hoy, los hijos deben obedecer y agradar a sus padres, y no viceversa. Tenemos todo al revés. Por eso tenemos los problemas que vemos por todos lados. Los padres consienten a los niños y tratan de agradarles a ellos. Llevado al extremo, esto resulta en niños que no tienen respeto, y tienen que salirse con lo suyo a toda costa. Pero no necesitamos a una “Súper Nana” si tan solo les criamos “en la disciplina y amonestación del Señor” Efesios 6:4.

Padres delincuentes producen hijos delincuentes. En general, tus hijos te respetan a la medida que mereces ser respetado. Si volvemos a “la antigua senda”, vayamos a la iglesia, leamos la Palabra de Dios, y honremos y obedezcámosle a él. Vamos a criar hijos que crezcan derechos y obedientes.

Jóvenes, “obedezcan a sus padres en todo porque esto agrada mucho al Señor” Colosenses 3:20.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día